Hoy hablaremos de La OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
Cuando se habla de las obras del Espíritu Santo, necesariamente se tienen que considerar que son múltiples, pues su ministerio se inició oficialmente cuando el Señor le expresó a sus discípulos que no los dejaría solos, como dice: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn.14:18).
Esto de no os dejaré huérfanos, sino que vendré a vosotros, tiene el significado más profundo y amplio que el Señor le delegó al Espíritu Santo.
Jesús sabía que su obra era tan amplia, magna y complicada, que sus discípulos de seguro no la podrían cumplir.
La obra del Espíritu Santo es la que confirma como Pedro dice:
“siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque: toda carne es como la hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” (1a Ped. 1:23- 25).
Se sale victoriosamente de las pruebas y dificultades, no por nuestros esfuerzos, sino por el Poder del Espíritu Santo, como Pedro lo ha expresado.
Dos enfoques se dan aquí con el apóstol: Uno, somos renacidos por la palabra de Dios, mediante la acción del Espíritu Santo. Dos, que el evangelio se nos anunció y lo debemos compartir de igual manera, bajo la dirección del Espíritu Santo en todo tiempo.
Cuando Felipe el diácono, fue llamado por el Espíritu Santo, quién le dijo: “Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiende lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que se sentara con él” (Hch 8:29-31).
El Espíritu Santo, fue quien le dijo a Felipe que se acercara al eunuco de Candase y le testificara.
Estratégicamente se le filtró con la pregunta: “¿Entiendes lo que lees?” Y le testificó del Señor como sigue diciendo la Palabra: (Hch. 8:26-40).
Aquí fue el Espíritu Santo que le ordenó a Felipe que le compartiera. De igual manera son múltiples ejemplos donde el Espíritu Santo participa directamente en apoyo a la obra de Jesucristo, como lo hace hoy también para que compartamos la Poderosa Palabra de Dios.
El poder del Espíritu Santo lo tenemos todos los que creímos en el Señor, como dice:
“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Ef.1:13-14).
Pero algunos desconocen la acción de Dios y se mantienen alejados del conocimiento de quien les rescató, como lo compara Crane: Es un juego de guantes con diamantes en cada uno de los dedos, pero no se daba cuenta, debido a que los dejó guardados hasta que se los puso. Si se guarda y no se le tiene en cuenta, como en el caso de los guantes, se desconoce y no obra por no acudir a Él.
Amados hermanos, es necesario que acudamos al Espíritu Santo, para hacer cualquier obra que corresponda a la voluntad de Dios, como lo planeó el Señor, no dejándonos huérfanos como ocurrió con los discípulos.
Esta realidad continúa hoy. Él esta con nosotros y podemos salir victoriosos con su compañía.
Su pastor y amigo: Julio César Beltrán Patarroyo
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