Nos gusta la independencia. A los seres humanos la palabra libertad nos llama poderosamente la atención.
Sin embargo estamos en un desafío. Y es que somos imperfectos. No somos todopoderosos. Nos equivocamos.
Y necesitamos a Dios para lograr lo que nos proponemos.
Claro me dirás que hay personas que no creen en Dios y son exitosas. Me dirás que hay personas que hacen lo malo y parece que no les pasa nada.
La verdad es que parece que al principio les va bien, pero al final:
«No te juntes con los malignos ni envidies a los malvados, porque para el malo no habrá buen fin:
¡la lámpara de los malvados se apagará» Proverbios 24:19-20
Sólo dependiendo totalmente de Dios podemos lograr el verdadero éxito.
El éxito real es alcanzar en la vida el propósito para el cual Dios nos ha creado.
El primer paso es proceder al arrepentimiento y aceptar a Cristo como único y suficiente salvador.
Luego Cristo afirma: «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. »Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, los echan en el fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho» Juan 15: 4-7
Este texto ha sido mal interpretado. Muchos no creen que tenemos disponible para nosotros el poder de Dios. Y otros creen que ese poder está disponible, pero para satisfacer nuestros caprichos.
La verdad es que el poder ilimitado de Dios sí está disponible para nosotros, pero el condicional es que permanezcamos en las palabras de Cristo. Esto quiere decir andar en la voluntad de Dios.
Siempre y cuando estemos en el centro de la voluntad de Dios, tendremos el poder para lograr nuestro propósito.